
El Fundador de la Anunciata. El Beato Francisco Coll y Guitart, dominico, misionero y fundador de las Dominicas de la Anunciata, nació en Gombrén pueblecito de la provincia de Gerona (España) y diócesis de Vic (Barcelona), el 18 de mayo de 1812. Fue el último de once hermanos de una sencilla y cristiana familia.
Desde sus primeros años dio muestras del misionero que llevaba dentro. A los diez años ingresó en el seminario de Vic y a los 18, (1830), en el convento de los Dominicos de Gerona. Aunque poco tiempo pudo permanecer en él porque la Ley de exclaustración de religiosos promulgada por el gobierno español (1835) le obligóa abandonar el convento cuando todavía era diácono, había asimilado tan profundamente el ideal dominicano que pudo vivir fiel a él durante cuarenta años como religioso exclautrado. En 1836, «con el título de pobreza» propio de los religiosos fue ordenado presbítero en Solsona, no sin riesgo de su vida.

Llegó a ser uno de los misioneros populares con mayor poder de convocatoria en tierras de Cataluña, por lo que no es de extrañar que San Antonio María Claret le asociase a su Hermandad Apostólica y obtuviese de Pío IX el título de misionero apostólico (1848). Gran apóstol del Rosario e infatigable misionero, durante más de treinta años recorrió pueblos y ciudades de Cataluña, renovando la experiencia de la predicación itinerante propia de Santo Domingo y su Orden.
Culminación de su empeño misionero y su vocación dominicana fue la fundación de la Anunciata. Se le puede considerar como un restaurador de la vida dominicana en Cataluña. Aparte de la fundación, desde 1850 fue director de la Tercera Orden de Cataluña y desde 1859 del convento de las Beatas Dominicas de Vic.
Para fomentar la devoción popular compuso dos obritas «La hermana Rosa y Escala del cielo o Santo Rosario«. Y para orientar a sus religiosas, entre otros escritos, el libro titulado «Regla o forma de vivir delas Hermanas de la Tercera Orden de Santo Domingo de Guzmán» (1863).
Su vida fue un testimonio de fidelidad al Evangelio y al carisma dominicano a través de graves dificultades y penosas pruebas. Ciego y epoplético durante cinco años encontraba su consuelo en la oración. Solía decir entonces: «El Rosario me sirve de libro y de todo«. Murió en Vic el 2 de abril de 1875. El Papa Juan Pablo II lo beatificó el 29 de abril de 1979.
El día 11 de octubre de 2009, en una ceremonia en la Basílica de San Pedro, fue proclamado santo por Benedicto XVI, a las 7:33 (UTC).